Medio de vida correcto
en memoria de Gabriel Borunda.
José Luis Lara Ramírez
IAPE Universidad
Prenotado:
Comparto con ustedes estas reflexiones en el marco de graduación de los egresados de las maestría en desarrollo humano y valores; y de la maestría en psicoterapia breve.
En los últimos días de incertidumbre social, he recordado con nostalgia a Gabriel Borunda, sus poesías, artículos periodísticos, crítica social y lectura de la vida. Lo que él fue y me representa como amigo, maestro del IAPE Universidad y Chihuahuense comprometido… hacen que me acuerde de una canción, en voz de Mercedes Sosa, que reza así: “Solo le pido a dios, que el dolor no me sea indiferente, que la reseca muerta no me encuentre vacío y solo sin haber hecho lo suficiente”.
Les recomiendo escuchar la versión completa de esta canción. Al final de escucharla, ustedes podrán entender que en la vida uno no puede pasar de largo. Si ustedes leen los escritos de Gabriel Borunda, mirarán que son una mezcla de erotismo, ternura, sensibilidad y crítica social. Basta con ver sus poesías en “No verás la tierra prometida” para darse cuenta que recogen las voces de las mujeres víctimas de violencia y la indignación de los feminicios en el Estado de Chihuahua. O en sus clases de ética social, que eran un eco de conciencia para mirar a los pobres, ancianos, indígenas y campesinos, entre otros. Su su trabajo literario, poético y periodístico es una opción constante por medio de vida correcto, que es inspiración para dar respuesta a la realidad social. Seguro estoy que en donde él se encuentre, ahora mismo se estará planteando estas preguntas: ¿Cómo responder de manera correcta a una realidad que rebasa nuestros límites? ¿Qué es tener un modo de vida correcto?
Problematización
Vivimos en tiempos sombríos. Nuestro País México parece estar en convulsiones de parto entre reformas presidenciales, homicidios sin resolver como el de Ayotzinapa, manifestaciones del CNTE y represiones del Gobierno; desviación de fondos públicos de millones de pesos al sector privado; o pedir perdón por una casa blanca, y quedar impunes. No hay duda, la corrupción que en otros tiempos se vivía desde la simulación, ahora se vive en un total cinismo, basta con hacer una comisión anticorrupción. Y el problema no es sólo el enriquecimiento ilícito, sino la injusticia social que se va generando, pues mientras algunos acumulan millones que no podrán gastarse sus nietos; otros, la clase media, sigue resistiendo, tratando de subir por lo menos un escalón; y otra buena parte, que suma más de cuarenta millones de empobrecidos no tiene mayor margen que el de esperar salarios de hambre que no cubren sus necesidades básicas. Es decir, que la corrupción genera la carencia de muchos para el disfrute excesivo de pocos. No se requiere de una ideología de izquierda o derecha para tomar conciencia de que algo anda mal en nuestra sociedad. Basta con abrir los ojos y dejarse tocar por una realidad de miseria social que nos rebasa e involucra.
Los ciudadanos comunes no estamos exentos del uso y abuso del poder. Participamos de la corrupción al ir, como dice una canción, “corriendo por nuestras vidas sin mirar a los demás”. Es decir, no estamos exentos de las incongruencias morales, ni de los demonios internos que alimentan el ego, que no habría problema si sólo fuesen internos, el problema es que se reflejan en conductas concretas que tienen efectos reales, sensibles y notorios para sí mismo y para otros en la convivencia. Vivir en sociedad, y en este sistema político económico, nos implica entrar en sus ritmos de intercambio de bienes, servicios, honorarios, sueldos, producción y consumo, que nos hace perder de vista que la competencia nos conduce a rivalizar, ganar y perder. Y así sostener la misma cultura de dominación, control y discriminación de la que nos quejamos y de las cual somos partícipes a pequeña escala, cabe preguntarnos ¿El sistema económico: qué mundo cultural plantea, qué concepto de ser humano y de convivencia social genera?
Y quizás no vemos un modelo político económico alternativo que sea viable. Ante este panorama sombrío ¿Qué podemos hacer? ¿A qué medio correcto de vida podemos aspirar? ¿Cómo mediar entre nuestro ser, hacer y tener?
Medio de vida correcto
Ustedes, hoy graduandos, de las maestrías en Desarrollo Humano y en Psicoterapia Breve, sin duda, en su proceso de formación han podido constatar sus luces y sombras. Se han asomado a sus eneatipos y descubierto tendencias oscuras, negaciones y caminos desintegradores. Se han asomado a sus familias de origen y han constatado heridas emocionales que resolver. Y se han dado cuenta de su participación en estos juegos de poder tan presentes en nuestra cultura socioeconómica. Y han elegido un medio de vida que implica sanación, desarrollo y liderazgo social. Tal vez consideren que su misión se reduce a lo individual, a la familia o a los pequeños grupos, y no a la humanidad, la sociedad en su conjunto o el mundo entero.
Olvidamos que el ser está encarnado, que lo ontológico del ser humano se da en lo concreto de su cotidianidad. Olvidamos que la sociedad se da en los individuos en convivencia. Olvidamos que la cultura la producimos y reproducimos en los pensamientos. Y olvidamos que la política la hacemos los ciudadanos, y que podemos, por lo tanto, incidir en el ser de la humanidad, en la sociedad y en la política del País cuando nos ocupamos de lo que nos concierne como seres humanos concretos, como personas únicas que están presentes de manera cuidadosa para sí, las otras personas, los seres vivos y la naturaleza, en convivencia. Haciendo lo que nos toca desde una profesión, oficio o trabajo, de una manera honesta, disciplinada y en miras al bien común. Es decir, ocupándonos verdaderamente de un medio correcto de vida se hace mejor el mundo en el que vivimos. No hay otra manera, nuestro hacer permite el ser, la sociedad y el mundo que anhelamos. Nos convertimos en lo que pensamos, hacemos y hasta en lo que tenemos, por ello, como nos advierte el rabbí Abraham Joshua Heschel (1965) A menos que aspiremos a lo máximo, «nos sumergiremos en lo inferior”.
Y, aspirar a lo máximo, se refleja en el medio correcto de vida de acuerdo a nuestras aspiraciones máximas, de tal modo, que de entrada eso nos invite a descartar un medio de vivir que contribuya al empobrecimiento, dañe el medio ambiente o contribuya al mal social con las tranzas, corrupciones o mediocridades. Parafraseando un dicho popular “dime qué haces y te diré quién eres”.
Graduandos, han elegido un medio correcto de vida con la gran responsabilidad y posibilidad de transformar nuestra comprensión y actuar, de tal manera que genere una cultura de convivencia social desde una ética del cuidado y la comprensión que sea respetuosa, incluyente, colaboradora e integradora.
Ciertamente, como se expresa en el código de ética de nuestra institución: nos implica ser críticos y cuestionar las diversas expresiones de una cultura centrada en relaciones de dominación, producción y consumo tanto de lo material como de lo humano (IAPE, 2010). Pues el sufrimiento que pretendemos aliviar es de origen cultural y se refleja en los individuos, familias, grupos y comunidades con las que trabajamos. Y no podemos permanecer indiferentes al sufrimiento de la pobreza económica, ni al sufrimiento de la mente y el corazón deprimidos por la ausencia de sentido y felicidad.
Sin embargo, no se piense que aliviar el sufrimiento es desde una posición de control, pues seguiríamos en la ignorancia, manteniendo la misma posición de poder que el paradigma dominante que minimiza a la persona al pretender ayudar, sin escuchar ni comprender a fondo ni generar autonomía. El ser psicoterapeuta y consultor del desarrollo humano es más que asistir, es aprender a caminar junto a los otros y otras, y ver y sentir en los otros a personas concretas cuyo anhelo de vivir su vida es tan válido como el nuestro. Compartir el conocimiento no como el gurú que va al frente sino como uno más, que sabe de sufrimiento y de sombras, y que es capaz de aprender de las otras personas y construir en la convivencia, tal y como nos dio ejemplo de vida el querido Gabo.
Conclusiones
Vivir es convivir. Nuestro hacer forma una inmensa red de haceres que constituyen el mundo en que vivimos. De tal manera, que en la conciencia o en la ignorancia, somos responsables del mundo que generamos.
Vivir en la convivencia social implica, de manera inevitable, lastimar y alegrar a las otras personas, seres vivos y no vivos de la tierra. Sin embargo, podemos minimizar sus daños y maximizar nuevas alternativas benéficas, si tomamos conciencia de que el sufrimiento social es de origen cultural, de tal manera, que con nuestro pensar, sentir y hacer podemos renovar y proponer una cultura, desde un concepto de ser humano y de convivencia, ética, cuidadosa e integradora.
El mundo nos demanda un medio correcto de vida, responder desde lo que hacemos, cada quien desde su trinchera, en el menor de los casos minimizar los daños, devolver a las personas y a la naturaleza parte de lo mucho que nos dan; en el mejor de los casos, generar trabajo, bienes y recursos para los demás.
Gabriel Borunda junto con Amelia, su compañera de vida, hicieron el proyecto de construir una biblioteca comunitaria para la gente de Santa Isabel. Biblioteca en la cual ya no pudo enseñar a leer y escribir, pero, su legado presente en sus libros va más allá de estos, sus escritos están en todos a quienes tocó con su palabra. Con su trabajo optó por un medio de vida correcto que es inspiración para todos nosotros.
Referencias Bibliográficas
Heschel, A.J. (1965). ¿Quién es el hombre?. California, Stanford University. Traducción del inglés de Aguilar Sahagún L.A. (2016), México, edición privada.