Ecofeminismo: una intersección entre la lucha ecologista y la pugna por los derechos de las mujeres

Por: Daniela Estefanía Ayala Córdova*

Palabras clave: ecofeminismo, feminismo, ecología, Naturaleza
 
Key words: ecofeminism, feminism, ecology, nature

1. Ecología y percepción de lo femenino

En agosto de 2016, un grupo de cinco investigadores estadounidenses publicaron los resultados de la investigación titulada: “El estereotipo verde-femenino y su efecto en el consumo sustentable”. La pregunta central que condujo su trabajo fue: ¿Por qué los hombres son menos susceptibles que las mujeres a adoptar comportamientos ecológicos y al consumo sustentable? Para responder a esta compleja inquietud, organizaron seis experimentos para recabar información sobre los siguientes puntos:

a) ¿En efecto, existe una diferencia significativa entre el consumo de productos ecológicos entre una población masculina y una población femenina?;

b) ¿Los consumidores asocian los productos y los comportamientos ‘verdes’ con la feminidad?

c) ¿Cuándo las personas en el entorno adoptan comportamientos de consumo sustentable o ecológico son evaluadas como más femeninas?

d) ¿Las personas se autoperciben más femeninas cuando ponen en práctica comportamientos de protección de la naturaleza?

e) ¿La búsqueda por mantener una identidad de género por parte de los hombres influencia sus elecciones ante el consumo o el comportamiento ecológico?

f) ¿La afirmación de la identidad de género masculina influye en la preferencia de productos clasificados entre ecológicos y no ecológicos?

g) ¿Si los productos ecológicos son ‘masculinizados’, los hombres muestran mayor predisposición de adquirirlos?

Al finalizar las pruebas, los hallazgos del trabajo de investigación apuntaban lo siguiente. Por un lado, se confirmó lo que investigaciones previas habían destacado, las mujeres tienen una tendencia significativamente mayor al consumo responsable y al comportamiento ecológico, en comparación con los hombres. Adicionalmente, de los datos recuperados se sigue que hay una mayor predisposición social y personal a evaluar como ‘femeninos’ todos aquellos comportamientos que estén vinculados con la protección de la naturaleza.

Otro aspecto recuperable es que hay una asociación significativa entre la búsqueda por preservar la imagen arquetípica de la masculinidad y el no comprar productos ‘verdes’, ni mostrar comportamientos ecológicos. La interpretación ofrecida por los autores es que los hombres, al asociar la protección de la naturaleza con algo preponderantemente femenino, buscan afirmar su masculinidad mostrando el comportamiento opuesto. Por tal motivo, es muy probable que los hombres insistan en comprar productos nocivos para el planeta y en dejar de lado acciones ligadas con la protección ambiental: por ejemplo, el reciclaje[1].

2. Hablemos de ecofeminismo

El recuperar el apartado previo sentará el punto de partida para explicar en qué consiste el ecofeminismo y el por qué resulta pertinente para abordar problemas de nuestro contexto contemporáneo a nivel social, político, económico y evidentemente ambiental.

De acuerdo con Ariel Salleh, el ecofeminismo agrupa tanto a filósofas como activistas. Se trata de un marco de pensamiento y de praxis que se origina al establecer los vínculos entre el neoliberalismo, el militarismo, la ciencia corporativista, la alienación de los trabajadores, la violencia doméstica, las tecnologías para la reproducción, el extractivismo, el armamentismo, la contaminación industrial, el despojo de tierras y de agua, la deforestación, la ingeniería genética, el cambio climático y el mito moderno del progreso[2]. De frente a este intrincado conjunto de factores y elementos, se erige una lectura de la realidad que muestra como las mujeres y la naturaleza han sido estructuralmente oprimidas y explotadas por el sistema capitalista, patriarcal y antropocéntrico.  

Alicia Puleo coincide en las líneas generales con las que hasta aquí hemos caracterizado el ecofeminismo, no obstante, reconoce que las tendencias que se agrupan bajo la etiqueta son muy diversas. Puleo explica que el ecofeminismo tuvo origen como forma de reflexión y de praxis en el encuentro del feminismo y la ecología, especialmente en los años setenta. No se limita a un feminismo ambiental que promueva el uso moderado de los recursos naturales, sino que va más allá. Su pretensión es formular una visión empática con la Naturaleza, al tiempo que redefine la idea de ser humano con una perspectiva feminista, apuntando a un futuro libre de dominación[3]. El ecofeminismo denuncia que la gran mayoría de proyectos culturales hegemónicos han propiciado la construcción de un sistema económico, político y social construido por medio del sometimiento no sólo de las mujeres, sino también de los animales y de la naturaleza. El androcentrismo ha prevalecido y se ha impuesto como canon de medición de la valía de los seres que convivimos en el planeta. El ser más relevante en la jerarquía de valores no es ‘el humano’ en su abstracción, sino que ha sido el hombre con cierto estatus económico y que ha logrado hacer prevalecer su poder sobre los otros. Enseguida están las mujeres, las personas con identidades sexuales diversas, los niños, las personas con menores recursos económicos, los animales, las plantas y el delicado equilibrio ecológico.

Algunos caminos del feminismo han buscado que las mujeres caminen hacia la punta de la pirámide de importancia social adquiriendo poder y valía, sin embargo, el precio ha sido oprimir a otros grupos. Todo con el fin de equipararse a quienes han estado en la cima del sistema de dominación y gozar los mismos privilegios. Acaso ahora es evidente el problema.

El ecofeminismo ha propuesto una revisión crítica a la forma de comprensión de nuestra relación con la Naturaleza y con los otros. Esto se hace partiendo de la mirada empática de aquellas que han compartido el yugo de la dominación y la explotación con los otros seres vivos y el entorno natural.

3. ¿El ecofeminismo pone en riesgo los alcances de derechos para las mujeres?

Una crítica asidua contra el ecofeminismo es la que señala que al vincular tan estrechamente a las mujeres con la Naturaleza y con los comportamientos como el cuidado, la preservación, la gestión de recursos y la protección de la comunidad, se está conduciendo a todas las mujeres a su antigua celda, ese rol clásico que nos ha sido asignado: la protección de la progenie y la administración de los recursos naturales para el bien de la comunidad. Es decir, el ecofeminismo podría encarnar el potencial peligro de entender a las mujeres como el ser para los otros, ser que no tiene posibilidad de elección y cuya única misión es la preservación (y la reproducción) de la vida. ¿Cómo entender esta encrucijada y salir de ella?

En su célebre ensayo El segundo sexo, Beauvoir es una de las pioneras en el análisis del estereotipo antropológico que diferentes culturas han construido entre la mujer como la Naturaleza, lo otro. La mujer es entendida como reproducción de la vida —de ahí el llamado a ser madre, a dar vida como la naturaleza—, está más ligada que el varón a los ciclos ambientales (pensemos en el análogo entre los ciclos de la naturaleza y el ciclo menstrual), sin embargo, al igual que la Naturaleza, la mujer es entendida como variable, inestable y potencialmente peligrosa. Por tal motivo, el modelo de comprensión de los roles de género clásicos señalaba que: “la mujer está destinada a ser sometida, poseída explotada, como lo es también la Naturaleza cuya mágica fertilidad ella encarna[4].”

Confío que, con esto, los lectores hayan notado la coincidencia entre lo que señalaba Beauvoir en 1949 y la investigación que citada en el primer apartado de este texto. Parece que históricamente ha existido una profunda vinculación entre lo característicamente femenino y la Naturaleza. Remitámonos a los resultados de la investigación realizada en fechas recientes en Estados Unidos para evidenciar cómo hasta hoy en día, los gestos de cuidado y preocupación por la Naturaleza siguen siendo asociados con lo femenino.

Gracias a las cuatro olas del feminismo, progresivamente hemos transitado hacia la conquista de nuevas posibilidades para las mujeres. En algunas esferas, logramos romper el dualismo entre Naturaleza/Cultura y Mujer/Hombre. Se ha avanzado hacia el reconocimiento de las mujeres como seres humanos plenos, con derecho a elegir libremente sus opciones vitales y no como seres completamente determinados por la naturaleza. Entonces, ¿cuál es el sentido de relacionar ecologismo con feminismo?

4. Ecofeminismo, mujer y Naturaleza: hacia la configuración de una relación no determinista

Anteriormente, decíamos que una de las más grandes preocupaciones y críticas de las partidarias de otras líneas del feminismo es que las ecofeministas terminen por naturalizar nuevamente a las mujeres. Con naturalizar, nos referimos a pensar que hay rasgos, características, comportamientos y tareas que esencialmente las mujeres están mejor adaptadas (o determinadas biológicamente) para realizar. Ejemplos de ello son las tareas de cuidado: la protección de los hijos, el acompañamiento de los enfermos, el mantenimiento del hogar y, entre todos estos gestos de protección, también el cuidado de la Naturaleza.

La respuesta a la crítica variará dependiendo de la postura ecofeminista que estemos revisando. Si nos apoyamos en Alicia Puleo, desde un ecofeminismo constructivista y crítico, entendemos que tanto la identidad femenina, como la masculina son construcciones que responden a condiciones sociales e históricas y no son el puro resultado de la biología humana[5]. Coincidimos así con otros feminismos que señalan que, si bien, hay un conjunto de rasgos constitutivos que distinguen básicamente el cuerpo de los hombres y de las mujeres, esto no es determinante del proyecto y de las tareas que tengan que realizar los miembros de un sexo y del otro.

Pongamos un ejemplo más concreto para aclarar la idea.  Regularmente, las mujeres son asociadas con la maternidad. Al tener un aparato reproductor femenino, suele darse por sentado que el destino de la mujer es llegar a tener hijos. Sin embargo, si creemos que por el hecho de ser mujer una persona está condicionada a tener hijos eventualmente y, de no hacerlo, hay algo mal con ella o es menos femenina, estamos incurriendo en una falacia naturalista[6]. Hoy en día entenderíamos que esa idea es errónea y que el hecho de tener ovarios y matriz no implica para las mujeres el deber de tener hijos. Los proyectos de vida de los seres humanos no están dictados por la biología. Sus rasgos biológicos son condiciones de posibilidad para sus proyectos, no determinismos insuperables.

La pregunta ahora es, ¿el ecofeminismo es un regreso a la falacia naturalista que ha oprimido a las mujeres? La respuesta es un no rotundo. Los posicionamientos ecofeministas críticos y constructivistas nos dicen que los valores de cuidado, vinculación con la comunidad y los comportamientos de protección de la naturaleza que muchas mujeres en el mundo practican constantemente son el resultado de la herencia histórica, social y cultural y no una determinación biológica que haga todo esto una competencia exclusiva de las mujeres. En el recorrido de muchos proyectos de organización de la vida humana, las mujeres han sido delegadas a estos roles. Los hombres, en cambio, se han erigido como aquellos que se desempeñan en lo político, lo económico, la dirección de las comunidades y el dominio de la naturaleza para procurar los recursos indispensables para la vida.

Entonces la pregunta sigue en pie, ¿por qué el ecofeminismo insiste en vincular la lucha feminista con la urgencia de las reivindicaciones ecologistas? Hay tres razones fundamentales para adoptar este marco teórico-práctico:

  1. Las mujeres son (y serán) más afectadas por la degradación ambiental
  2. El sistema de opresión que destruye la Naturaleza y violenta a las mujeres está imbricado
  3. Los valores alternativos que podrían salvar a la humanidad de la catástrofe ambiental residen en las tareas que históricamente fueron asignadas a las mujeres y están minusvaloradas o relegadas del proyecto de comprensión de lo humano

5. Las mujeres serán más afectadas por los problemas ambientales

El ecofeminismo no es ajeno a la forma en que el impacto ambiental afecta de manera más grave a muchas mujeres a lo largo del mundo. Un caso ejemplo sería la asociación entre devastación ambiental y desnutrición de las mujeres. Ya que la alimentación es regularmente una responsabilidad que recae en manos de las mujeres, es común que en las comunidades o familias las mujeres suelan comer menos y al final, a pesar de que son ellas las que preparan las comidas. Ante situaciones de escasez o de pérdida de un ciclo de cosecha, no es inusual encontrar que los índices de desnutrición de las mujeres aumentan dramáticamente.

Un indicador de bienestar que protege ante las inclemencias naturales es la posibilidad de ser propietario de una tierra. Sin embargo, de acuerdo con la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico únicamente en 37 de 160 países en el mundo hay condiciones de igualdad para que hombres y mujeres puedan ser propietarios y tengan capacidad de elección sobre la tierra.  Lo cual quiere decir que económicamente, el futuro de las mujeres es más incierto y depende casi por completo de elecciones que los varones —miembros de su familia o no— tomen sobre la tierra y los recursos[7].

De acuerdo con el informe Global Gender and Enviroment Outlook publicado por la Organización de las Naciones Unidas, la mayor parte de las decisiones o comportamientos que tendrán impactos considerables sobre la Naturaleza son negociados de manera desigual entre hombres y mujeres. Disponer el uso del agua, la forma en que se divide el trabajo, las opciones de uso de energía y elecciones financieras, la forma en que se trabajarán los cultivos o se extraerán recursos naturales regularmente son elecciones tomadas por hombres y cuya resolución afecta tanto a las mujeres como al ambiente al precarizarlos y relegarlos a finalidades que no piensan en términos comunitarios, ni a mediano o largo plazo, sino que se eligen bajo lógicas individualistas y de ganancias inmediatas, sin importar los daños venideros que puedan ocasionar.  

6. Un enemigo común: el capitalismo antropocéntrico

Otro factor común entre el feminismo y el ecologismo consiste en el adversario que oprime, violenta y devasta tanto a las mujeres como a la naturaleza. Se trata de un sistema de creencias y de prácticas que ha otorgado la prioridad y el poderío a los hombres. Lo humano se ha definido históricamente como el conjunto de rasgos propios del varón: la razón, el mando, el dominio, la guerra, la tecnología. En contraposición se construyó socialmente la imagen de lo otro, lo no humano y lo femenino: la afectividad, el hogar, el consuelo y la reparación, el cuidado. Todos estos atributos han sido hasta ahora valorados como características inferiores e impropias de lo humano. Quienes se han vinculado con estos valores y prácticas, han sufrido hasta ahora, porque dentro del sistema jerárquico, son considerados como útiles o como medios, no como seres con autonomía y con valor por sí mismo.

Estamos familiarizados con el hecho de que muchas religiones y sistemas de pensamiento han otorgado la primacía a los humanos por encima de cualquier otro ser: las plantas, los animales o los elementos naturales. Desde Platón y Aristóteles, hasta algunos pasajes de la Biblia, encontraremos justificaciones del dominio de los humanos sobre la Naturaleza. Sin embargo, ya que las mujeres no han sido integradas en la clasificación de los seres humanos en su pleno sentido, sino como ‘hombres imperfectos’, sistemáticamente se ha acreditado el derecho de los hombres sobre el control del resto de criaturas vivientes.

El sesgo antropocéntrico —y más androcéntrico— ha sobajado e ignorado las necesidades de los otros y ha propiciado la debacle ambiental, la injusticia y la violencia contra las otras especies y contra las mujeres. Desde una mirada antropocéntrica, anclada al sistema económico capitalista, la Naturaleza y todo lo que forma parte de ella es un conjunto de recursos por explotar para enriquecerse. Los ríos son útiles para derramar las sustancias nocivas que no se quiere tratar en las fábricas; los animales son objetos de consumo, que se producen en cantidades masivas en granjas industriales (como si fueran cosas y no seres sintientes), los bosques son fuente de materia prima para diferentes manufacturas y las mujeres son fundamentalmente vientres para gestar mano de obra barata, así como cuidadoras, productoras mal pagadas, sin derechos y sin opinión.

De aquí que el ecofeminismo vea no solo beneficiosa, sino indispensable la unión crítica del feminismo y el ecologismo. Donde el patriarcado y el capitalismo han construido el mundo bajo la lógica de poder, de dominio y de acumulación de riquezas a todo costo, las actitudes de cuidado, la lógica de comunidad y la compasión se alzan como contrapunto para forjar un proyecto más humano y justo en la relación con la Naturaleza.

Así, la crítica del ecofeminismo no busca esencializar a las mujeres en una relación con el ambiente, sino que pretende exponer la relevancia de la crítica de los estereotipos de género y de las formas de comprensión de la relación humano-Naturaleza, con el fin de proponer el cuidado, la preservación y el pensamiento interrelacionado no como virtudes femeninas, sino como una herencia de lo humano que podrían ayudar a construir un mundo de igualdad y de armonía con el planeta.[8]

7. Ecofeminismo: hacia una ética del cuidado ecológico

 Así, tomando como punto de partida la crítica y la lucha contra el sistema androantropocéntrico y capitalista que amenaza con sus intereses, estructuras y comportamientos la preservación de la Naturaleza y merma las posibilidades de igualdad de géneros, el ecofeminismo busca:

exigir, enseñar y compartir actitudes, roles y virtudes del cuidado a los hombres, porque elogiarlas sin una mirada crítica que denuncie las relaciones de poder desemboca en un discurso endulcorado e insustancial. La universalización de una ética del cuidado y posgenérica es una tarea pendiente de la vida cotidiana[9].

Hay que reconocer que buena parte de la emancipación femenina se consiguió pagando el precio de adoptar lógicas de dominio y de poderío que terminaron siendo nocivas contra el planeta y contra las personas más vulnerables. Para que muchas mujeres trabajen hoy en día, no es extraño apoyarse en empleadas domésticas con una remuneración precaria y sin derechos laborales. Para agilizar los ritmos de la vida, es común el consumo de alimentos procesados y empaquetados en plástico, gesto que es sumamente nocivo con el planeta por la contaminación que deja tras de sí solo por obtener mayor comodidad.

Se han inferiorizado por largo tiempo los valores de compasión, el pensamiento en comunidad, las actitudes de cuidado y la empatía con los animales no humanos. Un perfil forjado con esta forma de creer y de comportarse es valorado como “menos viril”, por añadidura, menos empoderado. Con miras a alcanzar a afirmar la masculinidad o el poderío, los humanos insisten en sobajar y mediatizar tanto a otras personas (hombres y mujeres en circunstancias más vulnerables) como a los animales no humanos y, por supuesto, a la Naturaleza.

La acumulación desmedida de riquezas y el afán de poder requieren un freno cuanto antes. Junto con Alicia Puleo, sostenemos que la lucha del ecofeminismo es por desarticular “el estereotipo masculino del dominio y la impaciencia”[10]. En su lugar se propone transitar un derrotero de precaución y cuidado, donde la Naturaleza no se entienda como medio, sino como un fin que debe preservarse. La tarea pendiente es desterrar las prácticas antiecológicas, así como aquellas que hacen imperar la desigualdad entre hombres y mujeres. De frente a la negación de la valía y la potencialidad de un proyecto basado en esas virtudes que han sido vistas como propias de las mujeres, se reivindica la herencia humana común de la justicia, el cuidado, la compasión con los seres vivos y la preservación de la biodiversidad[11].

Notas

*Daniela Estefanía Ayala Córdova, egresada de la licenciatura en filosofía por el Instituto de Filosofía. Concluyó sus créditos en la Maestría en Investigación educativa por la Universidad de Guadalajara programa de posgrado de calidad del CONACyT. Profesora en el Instituto de Filosofía e integrante del consejo editorial de la revista Piezas.

[1] Cfr. BROUGH, Aron, JAMES, Wilkie, MA, Jingjing, et al.; “The green-feminine stereotype and its effect on sustainable consumption”, en Journal of Consumer Research, vol. 43, 2016, pp. 567–582.

2 Cfr. SALLEH, Ariel; “Foreward”, en MIES, Maria y SHIVA, Vandana, Ecofeminism, Zed Books, Londres y Nueva York, 2014, p. ix.

3 Cfr. PULEO, Alicia; Claves ecofeministas, Plaza y Valdés, Madrid, 2019, p. 12.

4 DE BEAUVOIR, Simone; El segundo sexo, Debolsillo, México, D.F., 2016, p. 73.

5 PULEO, Alicia; op. cit., p. 19.

6 La falacia naturalista consiste en afirmar que algo tiene una propiedad moral (bondad o maldad / normalidad o anormalidad) dependiendo de que sea o no natural. El error argumentativo de este tipo de falacias consiste en no hay fundamento para ligar una propiedad natural con una propiedad del campo ético o moral. Se trata de dos universos de estudio que responden a sus propias características. Por ejemplo, lo natural en el mundo animal es no vestirse con ningún tipo de prenda, sino disponer el pelaje, las escamas o la piel al descubierto. Sin embargo, de eso no se sigue que “está mal que los seres humanos vistamos ropa”. 

7 Cfr. ROJAS, Ana; “Las mujeres, las más afectadas por los problemas del medioambiente”, en El país, 7 de junio de 2016, disponible en línea, [en]: https://bit.ly/30kH9WG (última consulta: 02-08-2020).

8 Cfr. United Nations Enviroment Programme; Global Gender and Environment Outlook, UN Enviroment, Nairobi, Kenya, 2016, p. 9.

9 Cfr. PULEO, Alicia; op. cit., p. 48.

10 Ibid, p. 49.

11 Ibid., p. 51.

[1]2 Cfr. Ibid., p. 53.

REFERENCIAS

Brough, Aron, James, Wilkie, Ma, Jingjing, Mathew, Isaac, Gal, David; “The green-feminine stereotype and its effect on sustainable consumption”, en Journal of Consumer Research, vol. 43, 2016, pp. 567–582.

De Beauvoir, Simone; El segundo sexo, Debolsillo, México, D.F., 2016.

Mies, Maria y Shiva, Vandana, Ecofeminism, Zed Books, Londres y Nueva York, 2014.

Puleo, Alicia; Claves ecofeministas, Plaza y Valdés, Madrid, 2019.

Rojas, Ana; “Las mujeres, las más afectadas por los problemas del medioambiente”, en El país, 7 de junio de 2016, disponible en línea, [en]: https://bit.ly/30kH9WG (última consulta: 02-08-2020).

United Nations Enviroment Programme; Global Gender and Environment Outlook, UN Enviroment, Nairobi, Kenya, 2016.